Desconectar en un mundo lleno de conexiones
Me encantan las redes sociales pero, ¿cómo hago hueco para ellas en mi día a día sin perder la cabeza?
¡Bienvenido/a de nuevo!
Si estás leyendo esto supongo que te caí lo suficientemente bien en otra de mis publicaciones como para dejarme aparecer en tu correo una vez por semana. Igual estás leyéndome por primera vez y tienes curiosidad sobre cómo escribo o sobre qué me gusta hablar. Sea cual sea el caso, está claro que estás leyendo esto desde un móvil o un ordenador y que he llegado a ti a través de una red social, así que creo que el tema de hoy te puede interesar.
El fin de semana pasado decidí tener unos días de desconexión, que me gusta traducir como: coger el móvil para lo justo y necesario.
En las últimas semanas me he notado más pegada al móvil que nunca. Mi tiempo de uso en WhatsApp no me suele alarmar porque me escuso en que tengo una relación a distancia, lo cual tiene muchas desventajas, como depender más de este aparato de lo que me gustaría; pero alguna que otra ventaja, como recibir el regalo de reyes en pleno febrero cuando ya se te había hasta olvidado que aún quedaba uno por abrir.
Sin embargo, ver nueve horas de media de uso asusta un poco (bastante). Si a las horas de un día le restamos las ocho que uso (o debería usar) para dormir y le restamos el número anterior, nos quedan siete horas que estuve en un día sin estar frente a la pantalla de mi móvil. Después de ver esta cifra siempre intento escusarme en “lo he usado para esto”, “claro es que al haber estado mucho tiempo en casa”…
Ese día en concreto del que os hablo, mi cerebro acabó completamente saturado. En el momento en el que decidía dejar de usar el teléfono, me encontraba a mí misma otra vez sumergida en un pozo sin fin llamado escrolear. ¿Cuál fue mi solución? Ver una película.
Sé lo que estás pensando: sustituir una pantalla por otra. Pero en ese momento, fue lo que me apetecía de verdad. Ver una película como cuando no había otras distracciones, cuando no me preguntaba quién me estará hablando o qué estará haciendo el resto en ese momento. Ver una película como cuando era pequeña. Así que, eso hice, me pedí un Mc Donald´s y vi Come, reza, ama durante dos horas y media sin hacer caso a absolutamente nada más. La verdad, fue un planazo.
Algo similar me ocurrió el viernes. Ese día tuve el concierto de Carolina Durante que le había regalado a mi novio hacía seis meses y, como os podéis imaginar, ambos teníamos muchísimas ganas de que llegase el día. El concierto me encantó, pero durante él tuve bastantes pensamientos.
Siempre he sido una persona que graba mucho todo, y cuando me vi a mí misma grabando la mayoría de canciones me pregunté: ¿Para quién lo hago? ¿Para mí, para verlo en un futuro o para subirlo nada más salir? ¿Disfruto más cantando y bailando la canción que tantas ganas tenía de escuchar en directo o grabándola para escucharla en un futuro, otra vez, a través de un teléfono móvil? Podeís intuir la respuesta. Fui consciente de que probablemente nunca volvería a ver esos vídeos además de para subirlos a redes, así como tampoco volvería nunca a tener la oportunidad de revivir ese momento.
Esto va dedicado a todas las que amamos las redes sociales pero nos encantaría vivir en la naturaleza sin ningún tipo de distracción. Sé que somos muchas.
Reconectar con la realidad o desconectarse de las redes
Hace ya un tiempo que empecé a ser consciente de la realidad paralela en la que me sumergía al entrar en redes. Una sensación de despersonalización, de pérdida de perspectiva de la realidad. Una vez que entraba en el bucle de vídeos de vidas ajenas, de comparación, de contenido vacío, me era muy díficil salir de él. Soy creyente de que la dopamina que nos produce este tipo de contenido funciona como una droga en nuestro cerebro. La necesitamos, la echamos de menos cuando no la tenemos, nos hace aíslarnos de la realidad, nos produce ansiedad y tiene millones de efectos negativos en nosotros.
Vivimos en una era en la que es normal ver un grupo de gente compartiendo espacio físico pero en realidades virtuales diferentes, inconscientes de dónde están, de con quién están. Desconozco los efectos que han tenido los móviles en la frivolización de las relaciones sociales, pero conozco muy bien los efectos que han tenido en mí y en mi círculo más cercano. Estar embobada mirando una pantalla ha sido motivo de conflicto en muchas de mis relaciones (de familia, pareja o amistad).
Cuando era adolescente no era consciente de los efectos que podía tener esta adicción en mi vida, en mi capacidad de concentración, en mi capacidad de aburrirme. Ahora que lo soy, he intentando muchísimas cosas para combatirla:
No usar el móvil ni las redes nada más levantarme
No tener el móvil en la mesa en la comida o tomando algo
Sustituir tiktok con vídeos en youtube o series para mejorar mi concentración
Tener días de poner el modo avión e ignorar mi realidad virtual
Aunque considero que he avanzado mucho en este sentido, ahora que estoy empezando a subir contenido a redes sociales (como esto, por ejemplo) mi tiempo de uso ha vuelto a crecer mucho. Pero, en este caso, no lo considero un aspecto negativo.
Disfrutar de mi yo virtual sin perder la cabeza
Hace menos de un mes que empecé a desarrollar mi lado creativo dentro de redes, compartiendo lo que soy y contenido que a mí me gusta consumir. Aunque me encanta, muchas veces eso me lleva a estar de lleno en la dependencia que tanto he tratado de evitar en los últimos años. Dependencia de algo que no depende de mí: gustar dentro de redes (fuera de ellas tampoco depende de mí).
Cuando empecé a subir contenido me dije a mí misma que esto lo hacía por mí, sin importar a quien llegase. Esto sigue siendo cierto. Sin embargo, hace un par de días me encontré a mí misma obsesionándome con los likes y las visualizaciones. La frustración de no alcanzar las expectativas inevitables que nos ponemos cuando nos esforzamos en algo y buscamos obtener unos resultados positivos. En estos casos, rápidamente se me viene a la cabeza la voz de mi psicólogo repitiéndome una y otra vez: nunca dependerá de ti gustarle al resto.
En este punto, fui consciente de que tu yo físico y tu yo virtual deben aprender a coexistir y que, muchas veces, exigen el mismo entrenamiento ya que experimentamos los mismos sentimientos de comparación o perfeccionismo. La única diferencia es que en redes sociales existe una cantidad masiva de perfiles y en un día consumimos el contenido de infinitas personas más que con las que interactuamos en la realidad. A lo mejor, incluso requiere más atención y cuidado nuestro yo virtual. Esta reflexión mejor la dejo para otro día.
De todos modos, la solución no está en huir de mí en redes sociales, ya que existo ahí hoy y probablemente lo haga durante toda mi vida. Hace quince años nadie tenía estos problemas. ¿Quién sabe la magnitud que tendrán dentro de diez, veinte o cincuenta años?
Mi objetivo ahora mismo es crear una buena relación con mi yo consumidora y creadora de contenido, siendo capaz de coexistir con la Sara que quiere disfrutar de la vida fuera de la las redes sociales. Porque, en términos de realidad virtual, la solución no es huir de ella. Sino, al igual que como con la mayoría de novedades que llegan a nuestras vidas, adaptarnos a ellas de la forma que mejor consideremos y podamos, disfrutando de lo bueno que puedan aportarnos.
Como siempre, me encantaría que compartieseis conmigo vuestras experiencias con este tema. Os dejo con mis obsesiones de esta última semana.
Nos leemos por aquí.
Bisous,
<3
🌟Hummus del Lidl. Soy muy fan del hummus pero hasta ahora solo me gustaba el casero. Si os pasa lo mismo, corred a por este, de verdad, está brutal.
🌟La temporada 3 de Machos Alfa. Creo que nadie de mi entorno se esperaba que esta serie me gustase tanto. Por favor, que la cuarta temporada no tarde mucho.
🌟El marcapáginas que cogí con mi nuevo librito. Si me gusta no lo diré pero habrá señales (estará en obsesiones).
🌟Si abro los ojos no es real de Amaia. Este disco… si no lo has escuchado ya no sé a qué estás esperando. Aquí te dejo mi canción favorita (no sé cuántas veces he llorado escuchándola).
Cuanto te entiendo, hoy miré desde cuando tengo cuenta en Instagram, desde 2017, porq no me planteo cerrarla?
Llevo bastante tiempo haciéndome creer que subo cuando me apetece, lo vea quien lo vea, y me encuentro de repente, mirando alcance y likes...
Amor odio total.
Por otro lado contenta de cumplir con solo 3h máximo de móvil al día y a veces menos.
Hola Sara! Te entiendo tanto con la obsesión a las redes y al móvil. A día de hoy no tengo ni Instagram ni Twitter en el movil pero si Tiktok. Todas las veces que intento dejar de usar el movil me cuesta muchisimo y me doy cuenta de lo mucho que lo uso cuando ni siquiera estoy mirando cosas interesantes.
A mi me suele ayudar mucho a dejar el movil imaginarme que vivo en los años 90 y no existen las redes sociales. Romantizo no usarlo cuando estoy fuera de casa.
Ayer iba en el coche con mi novio en un viaje de 45 min por autovía y mientras poníamos el disco de Pero no pasa nada de Amaia y cantabamos, me obligué a mi misma a no coger el movil para meterme en Tiktok mientras mi novio conducía.
Jamás pensé con 13 años descargando Ig en mi movil por primera vez que díez años después me sentiría tan adicta a estar conectada.
Estoy poco a poco desenganchándome y aunque tampoco soy más productiva sin el móvil, al menos no me quedo más ciega de lo que estoy mirando una pantalla.
Me ha encantado tu post!! Espero leer tus próximos!! Un super abrazo 🫂🩷