El FOMO de sentir que alguien está donde tú quieres estar
Y el miedo a quedar de última
¡¡Bienvenido/a a mi Journal un domingo más!!
Primero de todo, pido disculpas por lo desaparecida que he estado estas dos últimas semanas. La verdad es que han sido un poquito agobiantes (siento que siempre digo lo mismo pero no es una escusa lo juro). El finde pasado me fui de vacaciones a Portugal con mis amigas y mi cuerpo me pedía a gritos poner en off todo lo que estuviese en mis manos. Llevo tres semanas sin redes sociales, exceptuando esta que me permite hablar con vosotras (hasta esta se me hizo bola, así que imagínate) porque estaba harta de perder los únicos ratos libres que tenía ahí.
Aunque esto no lo considere como la antítesis a la desconexión, la realidad es que muchas veces, inconscientemente, me acabo obsesionando con los me gustas, comentarios y suscripciones que vienen de la mano de mostrarte en redes, por muy sana que sea la elegida.
Llevo casi dos meses subiendo contenido aquí y puedo decir que es la mejor decisión que he tomado en lo que llevamos de 2025. Por lo que también puedo decir que me tendréis aquí durante muuucho tiempo (así que por mucho que desaparezca sin motivo, volveréis a verme por vuestro correo escondida entre la publi de Shein que nunca abres).
El miedo de la era de las conexiones: no estar en todas partes
Estas semanas que llevo completamente out de redes (Instagram y TikTok, ambas mi perdición), me he dado cuenta de una cosa: el FOMO es real.
Para quien no tenga noción de este concepto, fomo, literalmente “fear of missing out”, se traduce como el miedo a perderte algo. Debo decir que, no soy una persona que generalmente se identifique con este concepto. La verdad es que no sufro demasiado cuando mis amigos quedan sin mí por algún motivo, o cuando veo historias de gente de fiesta y yo estoy en mi casa viendo vídeos de Youtube.
Pero, si con algo he sufrido en esta vida, es con la comparación. Chan chan chan (música de terror). La dichosa comparación de la que ya he hablado tantas veces y a la que le dedicaría una serie entera de publicaciones haciendo un oversharing del que siempre peco.
La realidad es que, en el último año me he dado cuenta de algo: la comparación mata el artista. La única forma de olvidarte de lo que eres es compararte con algo y considerarlo mejor que lo tuyo. La necesidad que hemos generado de determinar frente a qué o quién somos mejores o peores nos está matando. Porque llega un punto que ya no sé si estamos viviendo o expuestos en un mercado, en el que constantemente intentamos diferenciarnos frente al resto. Que oye, no digo que en el mundo virtual esté mal, al final las redes sociales se tratan de eso: elegir qué persona te ofrece un mejor contenido, quién viste mejor y, para qué vamos a engañarnos, qué persona es más guapa. Pero la realidad dista mucho de eso.
Nadie te va a querer más porque tengas la piel más brillante que el resto, porque hayas leído más libros que el resto, o porque vayas más días a la semana al gimnasio. Y si se da el caso de que alguien lo hace, déjame decirte que nunca será una conexión auténtica. Igual gracias a esas virtudes tienes más visualizaciones, o generas engagement en un público concreto. Pero en la realidad, la gente te va a querer por lo que aportas a la mesa. Nada más y nada menos. Por tu cariño, tu sentido del humor, tu capacidad de escuchar o tu torpeza hablando. Perdón por ponerme moñas, pero es cierto. Mientras, nosotras nos seguimos empeñando en ser más, más y más.
Pero hoy no quería hablar de eso.
Por qué estoy donde estoy
Compararme tanto a lo largo de mi vida me ha hecho envidiar mucho a las personas que considero más exitosas que yo. A diferencia de la comparación sobre quien tiene el abdomen más plano de entre tus amigas, que considero es algo que se pierde con el paso del tiempo (menos mal), esto es algo que nos acompaña durante otras etapas vitales. Por lo menos, sé que me acompaña en la que estoy ahora.
A unos meses de acabar la carrera, encontrarme perdida, sin trabajo, sin ningún plan, sin saber qué será de mí en muy poco tiempo, me hace observar el camino del resto. Las decisiones tomadas, lo que hicieron o dejaron de hacer. Los años de los 20 a los 30 me parecen un cúmulo de dudas justamente por eso. Hay demasiados caminos posibles y no se pueden tomar todos a la vez.
Si nos juntabas en una mesa a mis amigas y a mí hace cuatro años y nos preguntabas qué planes teníamos para la semana que viene, puedo apostar a que todas diríamos lo mismo. Ir a clase, tomar algo, salir de fiesta, ir al gimnasio. De verdad. Ahora cada una tiene un rumbo distinto. Una hablaría de que tiene que trabajar durante la semana así que aprovecharía para irse el finde de ruta por la montaña con su pareja; otra de que está muy liada con exámenes y clases pero que intentará hacer hueco para salir el jueves; y otra de que va a empezar un curso de monitora de tiempo libre para trabajar en verano. Por ejemplo.
En mi caso, me siento en un limbo constante. En tres días acabo unas prácticas que me han ayudado mucho en varios aspectos pero me han desmotivado mucho en otros. Tengo un millón de tareas pendientes de un TFG que sé que no va a estar cuando debería. En una semana empiezo unas nuevas prácticas en un sitio que todavía desconozco y tengo miedo de repetir los errores de las anteriores. Y entre todo este caos, me voy el finde a la otra punta del país a ver a mi novio. Porque, por qué no.
Haber elegido dedicarme al periodismo no ayuda mucho a reducir la comparación. Saber que nadie va a estar esperándonos en la puerta de la universidad cuando recibamos nuestro título para ofrecernos trabajo hace que andemos como pollos sin cabeza probando cosas, haciéndonos hueco como podemos. Nos dicen que no es una carrera de fondo, pero la realidad es que muchas veces lo es. Ves como a un compañero tuyo le hicieron fijo en unas prácticas que tú rechazaste, o cómo otro da el boom en redes sociales. Y, claro, son cosas que tú también tenías en mente hacer. Pero, simplemente, no las hiciste.
La cosa es que, da igual que lo hubieses hecho antes. Probablemente no les hubieses gustado a los de las prácticas o no se te hubiese dado bien crear ese tipo de contenido. No pienses que soy negativa. La realidad es que no hay forma posible de que hayas podido estar donde otra persona está. No era tu momento, ni tu lugar, ni tu oportunidad. Si rechazaste lo que otra persona aceptó, no tiene sentido martirizarte. Fue una decisión consciente. Si no se te ocurrió subir x cosa a TikTok, o estar en x sitio en x momento para que pasase x cosa, es que no hay forma de saber si a ti te hubiese pasado lo mismo. Suficientes cosas hay que no dependen de mí, como para rebuscar también en las del resto.
Este año tomé la decisión de abandonar los “y si…” en mi vida. Lo que quiera hacer, pues lo hago; y lo que decida no hacer, no tendrá hueco en mi lista de arrepentimientos. Por lo menos, no por más de cinco minutos.
Espero que te haya gustado este post. Te invito a comentarme para saber qué se te ha pasado por la cabeza en estos últimos cinco minutos, estaré encantada de leerte.
Mientras lo piensas, te dejo con mis obsesiones semanales. Hasta la semana que viene, nos leemos por aquí.
Bisous,
💐🫂
Uysims. Si eres de las que esperabas a que fuese lunes para ver la isla, lo siento por crearte una nueva obsesión mil veces mejor. Los jueves se han convertido en mi día favorito de la semana porque uysims + episodio de reyes del palique.
Granola casera. Mis yogures ahora llevan siempre esto. Os dejo recetita de pinterest. https://pin.it/s8nnZGsbz
Berta Pim. Esta es una de mis youtubers favoritas desde hace mil, pero ahora ha cumplido su sueño de irse a vivir a Australia y me hace súper feliz. La siento como mi amiga. Ahora va a estar viajando por Asia durante un mes y documentando todo, así que te invito a verla, merece la pena.
Daisy Jones & The Six. Esta serie la vi hace un año y si todavía no la has visto, no te la puedo recomendar más. Su banda sonora es lo más, llevo un año completamente obsesionada con ella.




lo calmada q me hizo leer esto, ver que no soy la única que siente este tipo de cosas en algunas situaciones, una empieza a maquinar y decirse que está siendo egoísta, mala persona. Cuando en realidad todos sentimos cosas parecidas a pesar que no se exteriorizan
Las redes nos convierten en espectadores en lugar de protagonistas. Como todo extremo es malo. No se si eliminarlas del todo pero definitivamente hay que hacer un detox de cuentas que seguimos, del contenido que consumimos. En mi caso limitar el tiempo de uso me ayudó a leer y escribir más, a dormir más y mejor y me bajó la ansiedad. Hoy me pasa que estoy poco tiempo y ya me aburro rápido de scrollear. Lo único que me llena es ver videos de gatitos ✨